LASCIATE OGNI SPERANZE
"El que rompa un plato no come" le dice el gobierno a los presos. Y ellos, por ahora, "se la bancan". Sinceramente, no creo que dure mucho. Hace tiempo que camino las cárceles del Uruguay. Las conozco no solamente por ejercer la defensa penal sino también porque he trabajado junto a los presos para mejorar sus condiciones carcelarias. Sigo comprometido con esa causa, estoy de ese lado. La razón es para mí sencilla. Cualquiera que haya sufrido el encarcelamiento en este país ha padecido un verdadero calvario. Contrariamente a lo que el derecho proclama, la cárcel es un espacio "sin derechos". No refiero, por supuesto, a la cantidad de textos escritos sobre el papel (internacionales, constitucionales, legales, reglamentarios e incluso fallos judiciales) sino a la que la cárcel le hace a la gente.
De este modo, cualquier abogado, juez o fiscal que se sienta comprometido con la defensa de los derechos humanos, encontrará en el espacio carcelario un terreno fértil para intentar hacer valer, en los hechos, las palabras de aquellos textos. Y vaya si es ardua la tarea! No hay dificultades jurídicas, nada de eso. No se necesita haber terminado la escuela para entender las normas que conforman el derecho penitenciario. Las dificultades son más bien políticas, organizacionales, administrativas e incluso culturales.
Vivimos inmersos en una cultura inquisitiva que privilegia el castigo y deja en penumbra (o directamente en la noche) la concreta situación de aquel que lo sufre. Cualquiera que conozca lo que una cárcel uruguaya "es" sabe perfectamente que allí la tortura y los tratos crueles son moneda corriente. Creo que cualquier uruguayo que hable con sinceridad es capaz de relatar los terribles (e innecesarios) padecimientos de los presos. Es el propio Estado el que transforma, en el propio acto de privación de libertad, al victimario en víctima. Los presos son víctimas del aparato represivo del Estado, esto no puede ser
novedad.
Las cárceles son campos de concentración. Un espacio en el que la vida vale poco y la indignidad se impone. Un lugar donde se nos dice que solamente hay privación de libertad, pero en el que realmente se somete a las personas a vivir en condiciones que no se compadecen con la dignidad humana. El espacio carcelero es hediondo. Da asco ver cómo se trata a los presos. Hiere a la dignidad humana que esas personas sean amontonadas, almacenadas peor que sardinas, en habitáculos mugrientos, sin nada para hacer. Personas a las que se les priva del derecho al agua potable y a una alimentación adecuadas. A muchos animales se los trata mejor que a nuestros presos.
Pese a toda esa infamia, los presos apenas han reaccionado. ¿Tienen derecho a hacerlo? Claro que si! Son víctimas de la tiranía del aparato represivo del Estado. Siempre, en todas las épocas se ha reconocido el derecho de los oprimidos a levantarse contra los opresores. No veo por qué ni siquiera a eso tendrían derecho nuestros presos.
Más aún, cuando el gobierno anuncia nuevos y absurdos castigos. Castigos que además tienen algo de cinismo o mucho de ignorancia sobre lo que sucede en la cárcel.
El día que el Estado proporcione un plato digno de comida a los presos, sólo ese día (que aún está muy lejos) tendrá la autoridad moral para anunciar que el que rompa el plato no coma.
Mientras tanto seguirá sin haber esperanza para los presos. Y tampoco para quienes les toca el turno de gobernar sobre ellos.